El corazón del barrio Campo Valdés ha sido testigo del nacimiento y evolución de un grupo que irradia compañerismo, alegría y solidaridad: El Club de Vida Cristales. Desde sus inicios modestos, cuando las actividades se realizaban en un rincón prestado de la biblioteca, este colectivo ha crecido hasta convertirse en un refugio de conexión humana para sus 65 integrantes, en su mayoría mujeres, junto a tres hombres.
Hoy su espacio es el Centro de Desarrollo Social Campo Valdés (CDS), donde se reúnen todos los martes y jueves de 10:00 a.m. a 12:00 m.
Una comunidad que evoluciona
Blanca Lidia Bustamante, quien lleva 18 años participando, recuerda con cariño cómo el grupo empezó a tomar forma a través de actividades simples pero significativas. “Llegué por mi mamá. Desde entonces hemos hecho de todo: rumba, aeróbicos, bingos, y celebraciones como el Día de la Amistad y la Despedida de Diciembre”, comparte.
Por su parte, Luz Estela Sánchez, coordinadora del club, rememora los primeros días cuando el grupo aún no tenía un nombre definido. “Nos reuníamos para hacer gimnasia. Poco a poco fuimos creciendo y nos consolidamos. El grupo fue bautizado como Señorial, y tras años de evolución, decidimos cambiar el nombre y el color del uniforme”, afirma.
Transformación personal
Cada integrante tiene una historia única sobre cómo llegó al grupo y lo que ha encontrado en él. Para María Nohemí Aguilar, quien se unió hace un año, El Club de Vida Cristales ha sido una ventana a nuevas experiencias. “Lo que más me enamoró fue la gimnasia y la organización del grupo. Aquí nos olvidamos de la monotonía”, cuenta.
Luz Amparo Agudelo, veterana en estos espacios, resalta cómo la dinámica rompe con su rutina de ama de casa. “Aquí me desconecto, cambio de ambiente. Nos quedamos después de la gimnasia compartiendo un tinto y riendo”, expresa.
Solidaridad y celebración
El grupo no solo es un espacio de ejercicio físico, sino también de apoyo mutuo. Luz Estela resalta la hermandad que define a Cristales. “Nos ayudamos, compartimos. Si alguna compañera necesita algo, nos organizamos para ayudarla. Cada integrante sabe que la solidaridad es nuestro principal pilar, pues nos mantiene unidas y tranquilas”.
Además, las celebraciones están en el centro de la vida del grupo: Día de la Madre, del Padre, Amor y Amistad, y una gran despedida de año con música, natilla y buñuelos.
La psicóloga del programa El Escuchadero también colabora con el grupo, ofreciendo sesiones que permiten a las participantes expresar emociones y superar barreras personales. “Es un espacio invaluable porque no siempre tenemos acceso a estos servicios por falta de tiempo o recursos”, comenta Luz Estela.
Pura energía
Las sesiones de gimnasia, conducidas con música vibrante, son un pilar fundamental. Equipadas con palos, pesas, balones y colchonetas, las integrantes se esfuerzan por mantener un estilo de vida saludable. Pero la gimnasia es solo el comienzo: después de cada sesión, el grupo se reúne para disfrutar de un café o una aromática, consolidando aún más sus lazos.
Desde su modesto inicio en la Biblioteca Juan Zuleta Ferrer hasta su expansión durante la pandemia, Cristales ha demostrado ser más que un grupo de actividades recreativas. Es un espacio de crecimiento personal, un lugar para compartir alegrías y penas, y una comunidad que, año tras año, sigue demostrando la fuerza de la hermandad.