Cuando están uniformadas para una presentación, parecen un grupo de mujeres misteriosas. Caminan muy pegadas y se hablan entre risas, se cuentan secretos y ensayan canciones. Ellas van detrás de su profesor de música, su nombre es Josué García Acevedo y lleva 14 años dirigiendo La Tuna Musical.
Con sombrero negro adornado con cinta naranja, capa negra decorada con listones llamativos, camisa blanca impecable, pantalón negro y zapatos relucientes. A la vista, este grupo de mujeres, estas mujeres se contonean con elegancia. Muchas llevan más de 15 años en el proceso musical y, con panderetas, claves y castañuelas en mano, cautivan a quienes las observan.
Repertorio y experiencia
Con un repertorio de más de cien canciones, La Tuna Musical ha llevado su talento a bibliotecas, asilos, colegios, parques y escenarios de otros municipios. Aquí no solo se cultivan conocimientos artísticos, sino también fuertes lazos de amistad. Según Amparo Zapata Villegas, coordinadora de la agrupación desde hace 16 años, actualmente la Tuna reúne a 23 mujeres apasionadas por interpretar porros, pasodobles y baladas.
“Son muchas las canciones que nos sabemos, pero entre las que más nos gustan están Medellín de mis amores, Soldadito español, El mochilón, Se nos va la vida y Boquita de caramelo”, comenta. Y añade: “Este grupo nace porque me di cuenta de que en otros barrios había tuna, y me propuse crear una. Hablé con compañeras del grupo Apostémosle a Vivir, les hice la propuesta, buscamos un profesor, y comenzamos siendo solo nueve integrantes”.
Al ritmo del movimiento
Luz Mary Vega Benítez es una de las integrantes más recientes de La Tuna. Con apenas 20 meses en el grupo, asegura que lo que más disfruta es compartir con sus compañeras. A ella le encanta ponerse su uniforme cuando hay presentación y con ansias espera que lleguen las diez de la mañana del miércoles para asistir a los ensayos.
“Me hace muy feliz compartir con las compañeras, conozco más de música, hago ejercicio porque se baila, refuerzo mi memoria, camino, tomamos tinto, charlamos y hacemos planes”, comenta Luz Mary quien afirma que antes de llegar a los ensayos se asegura de dejar su casa reluciente.
El lugar donde ensaya La Tuna es la Biblioteca Pública Piloto Juan Zuleta Ferrer. Se encuentran en el quiosco, el profesor saca su guitarra y conecta su amplificador para comenzar las lecciones del día. Primero se habla de las canciones que están en proceso de sacar, se dan los “avisos parroquiales” de la semana y luego, haciendo filas, toman posición y comienzan a cantar.
Otra de las integrantes es Luz Marina Henao, viuda de Ospina. Lleva nueve años en La Tuna, de los 76 que tiene. Luz manifiesta que la música siempre la ha acompañado en la vida, y ahora que puede dedicarse a ella, lo hace con todo el amor. La música, dice ella, tiene un lugar especial en su corazón, pues le trae recuerdos y le alegra la vida.
“Yo siempre he tocado la pandereta y me gusta el movimiento. Las canciones que más gusta cantar son El Baión de Madrid, Cuando voy por la calle, El Sosal, El sombrero y Caminito”, comenta Luz.
Suena la guitarra
Blanca Lilia García es una de las más antiguas integrantes. Lleva 14 años compartiendo su talento, asistiendo a sus compañeras y colaborando para lo que sea. “Mi otra gran pasión es la gimnasia, hace 20 años asisto al grupo Apostémosle a Vivir. Y La Tuna me fascina porque me entretengo mucho y me amaño en las actividades. Acá toco las claves”, comenta.
Cada miércoles por la mañana, el quiosco de la biblioteca vibra con el eco de voces y el tintineo de panderetas. Es un momento en el que la música une corazones y transforma rutinas.
En La Tuna Musical, cada acorde, cada risa compartida y cada canción interpretada son testimonio del poder del arte para iluminar la vida. Estas mujeres, con sus capas negras y su inquebrantable entusiasmo, demuestran que nunca es tarde para encontrar en la música un refugio, una pasión y un motivo para seguir bailando al compás de la alegría.