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domingo, diciembre 22 , 2024

Actualidad de Medellín y la Comuna 4 - Aranjuez

Periódico la pupila

San Pedro, un barrio de oportunidades para la Comuna 4 

Más de 300 negocios de toda índole hoy abren en Lovaina, uno de los centros de empleo más importantes del nororiente de Medellín.

En las calles de San Pedro, entre el ruido de los talleres y el olor a aceite quemado, Sara Rodríguez camina con paso firme. Ella es bogotana, y su acento ya se ha impregnado de la calidez de Medellín. Llegó hace cuatro años, buscando algo más que la polvareda de la capital. Junto a su esposo, se asentaron en la Comuna 4, “una zona con oportunidad”, comenta. 

Sara no tiene taller ni tienda, pero ha encontrado un nicho perfecto entre tuercas y repuestos: vende arroz con leche. A cuatro mil pesos el vaso, se las ingenia para ofrecer su producto a mecánicos, empleados de almacenes y todo aquel que transita entre el ruido de las soldaduras y los motores desarmados.  

Su negocio no es grande, pero es constante, como el flujo de personas que llenan las aceras y los talleres a cualquier hora del día. En un buen turno, puede vender hasta 30 vasos. “Aquí todo el mundo tiene un lugar para trabajar, para crecer. Y eso, aunque suene raro, es un buen negocio”, comenta Sara mientras le ofrece su producto a Edwin Gómez, un mecánico que lleva más de 18 años trabajando en la zona. 

El alma de Lovaina 

Edwin, con las manos llenas de grasa y la mirada fija en el motor que acaba de destapar, conoce cada rincón del sector. Es un hombre de acción, que no solo repara autos tradicionales, sino que se ha especializado en los carros electrónicos, esos modernos vehículos llenos de tecnología que ahora copan las calles.  

“Si un mecánico sabe de motores electrónicos, puede ganar mucho más que con los carros viejos. Un buen trabajo en uno de estos nuevos puede llegar a los tres millones, entre repuestos y mano de obra”, dice mientras ajusta una pieza con precisión.  

Este sector, asegura, es el lugar donde los mecánicos no solo encuentran trabajo, sino donde todos los repuestos, nuevos o usados, siempre están a la mano. “Aquí todo es rápido. Necesitas algo, lo consigues”, apunta Edwin. 

Uno de los rostros que ha ayudado a construir esa reputación es Mario González Vázquez, un hombre que llegó al barrio hace 15 años con un modesto negocio de autopartes. Ahora, compra taxis siniestrados, los desarma, y vende cada pieza de esos autos como oro.  

En su bodega, donde trabajan sus hijos, la mercancía parece no tener fin. “Este barrio empezó por los talleres. Luego llegaron los recicladores, y después los almacenes de repuestos. Hoy, si te pones las pilas, aquí puedes hacer plata”, asegura Mario, sentado entre llantas y piezas de carro que parecen formar una especie de paisaje industrial. 

El barrio de contrastes 

Entre la calle 72A y Barranquilla, y entre la carrera 50 y Bolívar, es el corazón de este sector. Allí, el asfalto manchado de aceites y el panorama de vehículos desarmados parecen narrar la historia de un lugar donde el trabajo no para. Las aceras son estrechas y están desbordadas por pedazos de metal, cables y repuestos olvidados. La calidez de la gente, sin embargo, contrasta con este caos mecánico. 

Pero no todo es tan claro. En el mismo barrio que alberga a los mejores mecánicos de la ciudad, también se encuentran sombras. En las calles menos transitadas, la venta de estupefacientes y la prostitución asoman como una cara oculta que pocos se atreven a nombrar.  

A pesar de ello, muchos, como Leonardo Ospina, han encontrado en Lovaina no solo una fuente de ingresos, sino también un hogar. “Aquí, aunque haya ruido, hay tranquilidad. Yo llevo 48 años trabajando en este sector, y te puedo asegurar que nadie tiene problemas aquí. Si hay algo, es fuera del barrio”, dice Leonardo, un hombre que ha visto cómo San Pedro, en antaño una zona de casonas, se ha transformado en un gigante industrial. 

Contrastes 

Sin embargo, el crecimiento de este barrio no ha sido sin consecuencias. Jader Martínez, ingeniero especializado en seguridad industrial, alerta sobre los riesgos de un sector tan informal. “Muchos talleres no cumplen con las normas de seguridad, y los líquidos industriales y humos generados por la soldadura afectan gravemente el aire. Es un problema silencioso, que muchos no perciben hasta que se presentan las enfermedades, que ni siquiera son reportadas al sistema de salud”, explica. 

En San Pedro, el progreso está marcado por el humo de los motores y el rugir de las herramientas, pero también por los riesgos invisibles que acechan tras cada esquina. Aun así, para quienes conocen bien el barrio, la vida sigue siendo un constante ir y venir entre el ruido, el polvo y las oportunidades que nacen a cada paso. 

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