Visión Pupila

Justicia por mano propia

El peligro de actuar sin razón

En la sociedad actual es cada vez más común encontrar noticias en las que se informa que la comunidad ha tomado la justicia con sus propias manos en cualquier lugar o barrio. En algunas de ellas se reporta que el presunto delincuente o agresor fue golpeado, lo que puede ir desde lesiones leves hasta otras mucho más graves. En ocasiones, incluso se presentan linchamientos con un fatal desenlace que, finalmente, se convierten en otro delito más: el homicidio.

A veces la turba de gente que logra capturar un presunto delincuente actúa sin pensar en las consecuencias y sin tener en cuenta que su comportamiento violento y brutal no les hace mejores que aquellos a quienes se atreven a juzgar o castigar, además de eso surge la pregunta; ¿Estamos seguros de que quienes lo hacen son moralmente los indicados para aplicar justicia?

El problema de la justicia por mano propia radica en la falta de control, en la irracionalidad que se produce en el calor del momento y en la ausencia de un juicio justo e imparcial.

 

¿Son los jueces correctos?

Quienes se toman la ley por su cuenta lo hacen de una forma que no es siempre justa ni proporcionada. En muchas ocasiones, las personas actúan sin tener en cuenta el valor del objeto robado o el daño causado. Es decir, se castiga de la misma forma a alguien que hurta algo de poco valor que a otro que roba algo de mayor cuantía. Esta falta de proporcionalidad en el castigo es una muestra clara de la irracionalidad de quienes actúan de esta manera.

La violencia nunca puede ser una respuesta justa y adecuada. Frecuentemente quienes supuestamente “quieren hacer justicia”, actúan con violencia y brutalidad golpeando y humillando a los delincuentes de manera cruel y despiadada, una conducta que no solo es inhumana, sino que también es ilegal y puede llevar a quienes la practican a enfrentar consecuencias legales graves.

Estos comportamientos además del riesgo mencionado, contribuyen a empeorar la inseguridad generando un ambiente de caos que se traduce en la creación de un clima de miedo y de inseguridad.

 

Falta de confianza en la autoridad

Es verdad que la impunidad y la ineficacia de las autoridades para hacer cumplir la ley son dos de los principales motivos que llevan a algunos ciudadanos a tomar la justicia con sus propias manos. Es claro que en nuestra sociedad hay una pérdida de confianza en las instituciones como la Policía o el sector judicial, sin embargo, la violencia y el asumir el papel de jueces por parte de algunas personas no es la solución.

Si la comunidad se acostumbra a actuar de esta manera podría terminar siendo cómplice en la creación y promoción de los grupos violentos que actúan al margen de la ley, a quienes ceden el control del sector o barrio y a quienes finalmente terminan sometidos y arrodillados porque supuestamente “cuidan el barrio”.

La ciudadanía reclama presencia de las autoridades constante en sus barrios y complementariamente con ello una institucionalidad que brinde garantías, confianza y que ejerza una justicia eficiente y efectiva que someta al delincuente y no que conviva y negocie con ellos.

 

La educación es el camino

Es importante entender que la justicia no es solo una cuestión de castigo y retribución. También es una cuestión de prevención y de educación. En lugar de actuar con violencia y brutalidad, es necesario esforzarnos por crear un clima de convivencia pacífica y de respeto mutuo. La educación en valores y la promoción del diálogo son herramientas esenciales para lograr este objetivo.

La justicia por mano propia, es una práctica peligrosa e inadecuada que no contribuye en nada a la creación de una sociedad más justa y equitativa.

Es necesario fomentar la educación en valores desde la infancia y la adolescencia, promoviendo el respeto, la tolerancia, la empatía y la solidaridad, además de la promoción del diálogo y la prevención de la violencia en todas sus formas.

Para finalizar esta reflexión editorial, les dejamos una pregunta que hacía a su padre, un niño que anhelaba un mundo en paz y perfecto.

Papá, si matamos a todos los malos, ¿quedamos solo los buenos?

No hijo, quedamos los asesinos.

Andan siempre tomadas de la mano la clemencia y la justicia. Usa de la una con tal arte que la otra no quede ofendida”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

X